Elisabeth Utens

Elisabeth Utens ha demostrado que la mayoría de los adultos con defectos cardiacos congénitos son felices. Como ella cuando toca el saxofon.  

Cuéntenos de usted. ¿Quién es y a qué se dedica?
‘Soy catedrática de psicología infantil y trabajo en el hospital pediátrico del Erasmus Medical Center de Rotterdam. Antes trataba a los pacientes, pero ahora me dedico a la investigación la mayor parte del tiempo. En colaboración con un cardiólogo de niños he llevado a cabo estudios de cohorte a largo plazo. En ellos hemos examinado el estado psicosocial y cardiológico de niños, jóvenes y adultos jóvenes operados por causa de defectos cardiacos congénitos.
 
¿Qué han estudiado exactamente?
Queríamos averiguar si y de qué forma los defectos cardiacos congénitos y la situación cardiológica de los patientes repercuten en su bienestar psicosocial. Para eso hemos colaborado con cardiólogos. Por ejemplo, por la mañana tenía lugar la exploración cardiológica del paciente y por la tarde le entrevistabamos. O viceversa. Las cohortes, es decir, los grupos estudiados, estaban integradas por niños, jóvenes y adultos aquejados por defectos cardiacos congénitos. Las primeras entrevistas tuvieron lugar en 1989 cuando los pacientes contaban de diez a 25 años. Después, los entrevistamos en el año 2000, cuando tenían de 20 a 35, y finalmente en 2008, a edades comprendidas entre los 30 y los 45 años. Es decir que venimos desarrollando un estudio a largo plazo ¡a lo largo de treinta años!   
    
¿Cuáles fueron los resultados más importantes?  
El resultado más importante y más interesante fue que, desde el punto de vista psicosocial, la calidad de vida de adultos con defectos cardiacos congénitos es tan alta como la de la población en general. Y eso a pesar del menor nivel de formación y de trabajo, así como del estado psicosocial. Si bien los niños con defectos cardiacos congénitos son más sensibles a conflictos emocionales y sociales, a estados de angustia, depresiones y a problemas de comportamiento, parece ser que, al crecer, desarrollan una determinada capacidad de resistencia o tenacidad. Puede que algunos califiquen esto de negación o de sobrecompensación, yo por mi parte lo califico de espíritu de lucha.      
 
¿De modo que el estado psicosocial de los niños con defectos cardiacos congénitos mejora a medida que crecen?  
En términos generales, sí, pero hay una excepción: en el caso de las mujeres jóvenes, de 20 a 25 años, tenemos más problemas psicosociales, tales como, por ejemplo, un estado de angustia. Consideramos que esos resultados se deben a la inseguridad generada por la enfermedad, que, especialmente a esa edad, influye en decisiones tales como el proyecto de formar familia. Además, las jóvenes suelen sufrir por el efecto de las cicatrices de la operación más que otros grupos. Pero la diferencia disminuye a partir de los 28 años, de modo que la laguna se vuelve a cerrar. No obstante, dado que el estudio aún no ha terminado, hemos de esperar hasta que esas mujeres tengan mayor edad para ser capaces de sacar conclusiones definitivas.  

Dice que el riesgo de problemas psicosociales es mayor en el caso de los niños con defectos cardiacos congénitos. ¿Y en el caso de los padres?  
Para los padres, el diagnóstico, ya sea postparto o durante el embarazo, genera una situación emocional altamente estresante. Porque trae consigo cambios radicales en su vida y tienen que prepararse para hacerles frente. Aunque el niño progrese paso a paso, llegando a ser más independiente y autónomo, todo ello es a menudo fatigoso para todos. La transición es para niños con defectos cardiacos congénitos – y en correspondencia para los padres – más difícil que para otros. También para los adultos con defectos cardiacos congénitos los cambios inherentes a las distintas etapas de la vida suponen un reto de mayor envergadura. Lo interesante, sin embargo, ha sido que no hemos constatado la menor relación entre la gravedad de la enfermedad y la magnitud de los problemas psicosociales.   

Aparte de su trabajo, ¿qué otras cosas le interesan?
Mi gran pasión es la lectura; disfruto leyendo thrillers escandivanos. Además, toco el saxofón en una banda de blues y soul. Antes lo hacía en una big band, pero ahora toco junto con mi marido en esta otra. Solemos actuar cada tres meses. Aparte de eso, me gustan los idiomas: he aprendido italiano y un poco de sueco.